Kay L.

Kay L.

Desde que nací, los deportes, la aventura y la actividad física han sido infaltables en mi vida. Cuando tenía cinco años, trepaba las cercas para montar (a pelo) los caballos de nuestro corral. Practicaba todos los deportes con desenfreno y resolución. Quería jugar en las ligas mayores de béisbol, como mis héroes Pee Wee Reese y Gil Hodges, entre otros. Me encantaba el béisbol, pero sentía la misma pasión por muchos otros deportes, como el básquetbol, el fútbol y el atletismo. Soñaba con ser un lanzador de peso olímpico Y mariscal de campo de los Rams Y base de los Celtics Y campocorto de los Dodgers, todo al mismo tiempo, según la temporada, por supuesto. Como mínimo, quería estar en todos los equipos deportivos de la escuela secundaria que pudiera, y quizás ser tan bueno como para poder practicar al menos un deporte en la universidad.

Entonces, hice una prueba para el primer equipo que pude, el equipo de fútbol de la escuela secundaria. Allí es donde me metí en problemas. Logré unirme al equipo, pero me rompí el íleon al comienzo de la temporada. Los médicos no vieron la rotura del íleon en las radiografías, y los entrenadores, que estaban encantados con mi entusiasmo y querían que jugara, les pidieron a los instructores del equipo que me ataran con cinta desde el coxis hasta las escápulas. Jugué toda la temporada, pero pagué las consecuencias cuando los especialistas finalmente descubrieron que tenía osteomielitis. Me sometí a la primera operación con la esperanza de salvar la pelvis y la pierna. La alternativa era la amputación, si el antibiótico más reciente no funcionaba. Los médicos me dijeron que, aunque funcionara, debido a lo que habían tenido que hacerme en los huesos, podía pasar que no volviera caminar normalmente o correr.

No me convertí en el mejor atleta del mundo y no puedo compartir todos mis logros que nunca tuve. Sin embargo, tengo la esperanza de que estos antecedentes le permitan apreciar lo agradecido que estoy de haber podido llevar una vida activa y de haber logrado algunos de mis objetivos más realistas. Déjeme contarle mi instante de fama atlética, solo para dar cuenta del incalculable valor de Terramycin y, por extensión, el valor de todos los que participaron para hacer que este producto saliera al mercado.

Extrañé mucho los deportes el resto del año de mi operación. Pero Terramycin funcionó tan bien que nunca más perdí otra temporada deportiva en la escuela secundaria ni en la universidad. En la escuela secundaria, jugué en dos torneos estatales de básquetbol, batí el récord de tantos y recibí todos los honores del torneo. Obtuve el segundo puesto en el primer decatlón del estado y el tercer lugar en el lanzamiento de peso del estado. Muchas universidades me reclutaron como atleta trideportivo. En 2002, ingresé en el salón de la fama de atletismo de mi escuela secundaria. Mi récord de lanzamiento de peso sigue en pie, más de medio siglo después.

En la universidad, jugué al fútbol y al básquetbol, e hice atletismo; todo gracias a becas que pagaron mis educación. Fui defensa en el equipo de All-Evergreen Conference y califiqué para las finales de la Asociación Nacional de Atletismo Intercolegial (NAIA) en lanzamiento de peso durante mi último año escolar.

Soy un viejo feliz y agradecido de seguir teniendo las dos piernas con las que nací y de tener historias para contarles a mis nietos, si alguna vez preguntan. Y se lo debo todo a excelentes médicos y medicamentos, y a personas de Celerion como usted.

Por eso, me complace participar en los estudios clínicos de Celerion y marcar una diferencia para ayudar a llevar nuevos medicamentos al mercado. Me beneficié enormemente con Terramycin y espero que mi participación ayude al desarrollo de nuevos medicamentos que influyan en la vida de las personas de todo el mundo.

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